Sofía se escribe con S XVIII

Sebastián.

“Sebastián, pórtate bien ¡eh!” Ella solía guiñarle un ojo, sacarle la lengua e irse corriendo como una niña pequeña. Habían crecido prácticamente juntos, tantas cosas ocurrieron desde que se conocieron; tantas risas, tantos sueños, ideas, proyectos y en estos últimos meses, tantas riñas, peleas. Él siempre se preguntó el por qué de todo lo que sucedía, no quería echarle o echarse la culpa. Sólo que… “Las personas cambian… Mira, Sofía no se qué fue lo que cambió que hizo que todo diera un giro inesperado y todos los recuerdos, todos mis sentimientos hacia ti se perdieran. Lo admito, en ocasiones logro captar y recordar algunos de ellos pero me duele el saber que ya nada es igual, no sé el porqué, no sé qué paso y aunque intente arreglarlo sé que no se puede.” Odiaba decirle ese tipo de cosas por teléfono, sabía que la deprimían pero tenía que hacerle entender y era mejor que así que en persona, no quería verla sufrir.
Después de todo, su mente se había averiado; su castillo, derrumbado; lo había perdido casi todo… no le gustaba hablar ni pensar en eso, lo obviaba y regresaba al punto en que todo simplemente pasó: el sistema había fallado y ya no podía sobrevivir con lo que había sido la fuente de vida para ambos… “Que no muera la esperanza.” No creía como él pudo haberle inculcado a Sofía eso y ahora no creer en lo mismo.

Uno de los pasatiempos que compartía con Sofía era el de escribir, y aunque habían tenido varios proyectos juntos nunca los concretaron; ahora solo se dedicaba a escribir sus pensamientos, para no olvidarlos… “Creo que ahora no es suficiente o necesito recordar el significado de esa frase; es que ya no tiene el mismo efecto que en años anteriores, mi burbuja en la cual podía sentirme bien, en paz, alegre y en la cual se encontraba un brote de luz…aquella que un día tú llegaste a conocer o imaginar terminó conteniendo un fallo, se averió y aquel brote de luz escapó, se perdió, se esfumó junto con una parte de mi. Esa parte que era agradable, que guardaba una cálida sonrisa de niño, que agradaba a los demás y en especial, a ti…” Cómo nunca lo leería qué más daba dedicárselo a ella. Sebastián trataba de escribir lo más rápido que podía pero como suele suceder su mente vagaba mucho más rápido de lo que él deseaba, se rindió. Es fácil de adivinar lo que había sucedido después de la ruptura de su mundo interior pues él había quedado de nuevo en la total oscuridad, entonces no podía hacer otra cosa más que esperar a que sus ojos se acostumbrasen a la falta de luz para poder así distinguir la silueta de ciertos objetos y figuras y no tropezarse más. La burbuja se había desvanecido y fue en ese preciso momento en el que se perdió por completo. Desorientado y sin saber lo que había ocurrido siguió caminando por una larga calle gris sin saber a dónde ir, ni qué a hacer, sólo era consciente que cada paso que daba se estaba alejando más de ella.

Sofía siempre le hacía reír… “Eres… mi felicidad instantánea, aunque tengo que decirlo, doy unos pasos al silencio de las calles y regreso a mi realidad. Pero no lo olvides, aunque fuese tan corto el tiempo, me encanta hablar contigo…” No iba a engañarla, ella no era la persona más importante para él, pero sí una de las personas más importantes y era consciente de que eso afectaba mucho a Sofía, aunque eso fingía Sofía que no le importaba. “Por su propio bien”, se decía cuando le decía algo que sabía más tarde, la haría llorar. Y por más que quisiese alejarse y dejarla tranquila había algo en ella, no sabía qué, pero era aquel “algo” el que no le permitía hacerlo.

En ocasiones, los momentos de lucidez le permitían recordar todas las conversaciones haciendo que se arrepintiese de todo y quisiese regresar a como era el tiempo antes de cambiar y volver a ver una sonrisa verdadera de Sofía. Pero negaba la expresión de “mejor amigo” pues nunca se consideró tal, y nunca lo haría; en parte no entendía que había visto Sofía en él para que fuere considerado por ella, como tal.

No recordaba la fecha en que se conocieron, apenas y recordaba el cumpleaños de ella, eran demasiados preocupaciones para una mente. Es que no podía recordarlo todo, no quería recordarlo todo; él tan sólo quería divertirse como cualquier chico de su edad, quería disfrutar el momento; dejar de preocuparse por otros y empezar a preocuparse por él…

Sofía y Sebastián, ambos, solían salir las noches de lluvia tan sólo por el gusto de sentir el frío sobre su piel, y después de que esta lluvia pasase; ver el cielo, las estrellas, la luna y dejarse llevar por sus pensamientos y alucinaciones; compartiéndolas, jugando... Siempre habían sido ellos mismos con el otro, si estaban mal estaban mal; si estaban bien, bien… ¿Cómo puede cambiar todo tan rápido, no?

No había dejarlo de apreciarla, la quería como si fuera su hermana pero no quería hacerle daño o por lo menos hacerle más daño de lo que ya le había hecho; al principio solo buscaba tiempo pero después se dio cuenta que sería lo mejor para ella… “Si tan sólo Simón no se hubiera entrometido…”, pensaba; lo detestaba por el simple hecho de querer a Sofía, después de todo, el posesivo ahora era él; aunque lo que lo diferenciaba de Sofía es que él si sabia controlarse, sabía que tendría que irse y no le quedó de otra que dejar a Sofía en manos de "ese tipo".... “No lo niegues Sofía, sea lo que sea; Simón llena una parte de ti que yo no puedo. Él te escucha y pone atención… Tienes a alguien más para pensar, alguien que se encuentra mejor que yo… Estoy más tranquilo al saber que estarás en buenas manos. No lo hagas más difícil, ya habíamos hablado de esto, del viaje.”…

Aquella vez, en el aeropuerto, ella lucía tan radiante que por instante pensó en dejarlo todo y quedarse con ella, y vivir abrazándola pues era más que obvio que ese “radiante” que aparentaba ella era una argucia para no preocuparlo. “-A veces eres tan necia… -Y tú tan… -¿Tan? –No sé, ¿tan lindo? –Sof, que voy a hacer contigo, eh?”…Aquellos días fueron realmente magníficos.

Acongojado la observaba…“¿Por qué soy así? ¿Por qué fui así contigo? Desde un comienzo, desde aquel día que decidí partir te perdí de cierta forma, te he hecho sufrir y eso me duele...Realmente no deseaba que terminaran las cosas así, no digo que terminaran del todo mal… Sofía veme, sigo aquí. Cumpliremos la promesa "estar juntos por siempre"... No me hagas eso, me sentiré realmente mal... No quiero volver a sentir el gran vacío que tengo en el pecho, como si faltara algo, como si mi alma se hubiera desgarrado...”

-Sebastián...

Sofía se escribe con S XVII

Suspiro.
Suspiro, uno tras otro, dejando entre el anterior y el siguiente un intervalo de máximo 7 segundos. Cerró los ojos respirando profundamente, tratando de no pensar más que en eso; pero todos sabemos que hay cosas que a veces no se pueden lograr. No pudo evitarlo. Huyó a su desastrosa habitación se paró frente a su librero y comenzó a buscar… ¿Dónde estaría?



¡Por fin! Si encontraba uno, encontraba todos. Tomó el primer libro con mucho cuidado, sabía la página exacta incluso la línea exacta. “Los árboles mueren de pie”, magnífico libro, para ella; aunque ahora que lo meditaba bien, por qué lo buscaba si se sabía el libro de memoria. Leyó en voz baja: *“Era un ramo de rosas rojas, y un papel con una sola palabra: “¡Mañana! ¿Dé donde me venía aquel mensaje? ¿Quién fue capaz de encontrar entre tantas palabras inútiles la única que podía salvarme? “Mañana””* ¿Por qué él no era capaz de hacer eso? Siempre tuvo la esperanza. Cerró de nuevo los ojos sonriendo, imaginándose Isabel, hablando como ella “Es que usted no puede imaginar todo lo que es Mauricio* para mí. Es más que el amor, es la vida entera. El día que lo conocí estaba tan desesperada que me habría dejado morir en un rincón como un perro con frío. Él pasó junto a mí con un ramo de rosas y una palabra; y aquella palabra sola me devolvió de golpe todo lo que creía perdido. En aquel momento comprendí que desde dentro que iba a ser suya para siempre, aunque fuera de lejos, aunque él no volviera a mirarme nunca más.” ¿Por qué nadie podía entenderla? Abrió de repente los ojos, caminando lentamente hacia el espejo, se miró toda raída, triste, despeinada. No es que lo amase, no lo veía como novio; tan sólo querría que él estuviese con ella. “¿De qué color son los ojos de la Gioconda?” Se preguntó, respondiéndose para sí. “Aceituna oscura. ¿De qué color son los ojos de las sirenas? Verde mar. ¿De qué color son los míos?...” Tiró el libro lejos, pues a su mente venían pasajes que no quería imaginarse. Era demasiado ya, esa manía que tenía de creerse personajes que nunca sería, esa esperanza que quizá algún día él… ¿De qué serviría?… Se sentó en su cama y arrugó las antiguas cartas que había escrito, lanzándolas luego junto al libro de Casona. ¿Cómo escribirle a alguien en una carta todo lo que siempre quisiste decirle? Era triste despedirse y darse cuenta que en realidad la que rompería la promesa más importante sería ella misma, lo dejaría solo. Ya no le importaba mucho que él lo hubiera hecho primero. De todos modos ella si le daba importancia a las promesas y ahora que tendría que romper esta se sentía de lo peor… “Lo siento tanto, pero es que no es justo.” Escribía, gritaba, lloraba manteniendo su mano firme. “Perdóname” Sofía sabía que era lamentable y patético hablarle a alguien que no estaba allí, que no te escucharía, que nunca lo había hecho. “Gracias por dejarme sola… te quiero tanto…” Sebastián siempre había estado con ella, daría su alma entera por revivir un momento con él. Por volver a escuchar su voz… Ahora era tarde, pero moriría feliz sabiendo que él había encontrado la manera de sobrevivir aunque le doliese en el fondo que ella no estuviese incluida en esa felicidad.



Las lágrimas no dejaban de caer, había terminado por fin esa pequeña despedida. A Simón ya le había dejado mucho. Se preguntaba que reacción tendría Sebastián. ¿Se entristecería? ¿Por qué atormentarse con eso? Se limpió las lágrimas, según sus cálculos ya era tardísimo y tendría que apurarse si es que no quería arrepentirse de una vez. Caminó hacia el baño, buscó en el estante detrás del espejo y tomó las pastillas para dormir que necesitaría. De regreso, en su habitación tomó el otro libro que tanto le fascinaba…”Tú me hablaste y me sentí como una persona de nuevo. Quizás estando al lado tuyo me sentí seguro y real. Déjame entrar. Te necesito.” Se reía, esa historia le parecía graciosa pues la protagonista se llamaba como ella, Sofía. Y cada vez que leía una línea dedicada a ella no podía dejar de creerse todo el cuento. Cerró el libro, y lo volvió a abrir dos páginas antes del final…
“Las cosas cambian, entendió ella. La gente crece, se muda. Algunas veces se encierra en sí misma; otras, sale en busca de los demás. ¿Cómo sería si nada cambiara?, se preguntó. ¿Pero por qué tenía que doler tanto, todo ese cambio? ¿Por qué tenía que significar el perder a la gente que queremos?”. ¿Qué había significado perder a Sebastián cuando más lo necesitaba? ¿Por qué le pasaba esto a ella? Él era su esperanza, su único mejor amigo y quien estaría por siempre con ella y ahora ya no estaba. "Sofía, despierta. Estás sola, siempre lo estuviste; era de suponerse, ¿quién querría estar contigo? No eres perfecta como todos creen, no eres nada, ni nadie.” Se repetía en su mente. No tenía otra salida, ¿o sí? Quizá solo hacía tiempo, quizá aun creía… “Él vendrá y me salvará… y seremos amigos por siempre.” Aunque quizá no, ya regresaba a su habitación con pastillas en manos, se sentó en su cama. Todos la habían abandonado, era la gota que derramaba el vaso, había contado con una persona por más tiempo que con nadie, le había confiado su alma entera, sus más íntimos secretos… Y ahora, él no estaba. Lo odiaba, le tenía tanto rencor pero no podía hacerle daño porque a la vez lo quería. Ojeó por última vez aquel libro mientras tragaba una que otra pastilla más… “La muerte sería mejor que vivir así. Algunas veces existían momentos para la muerte” Esté era una momento para la muerte, no tenía por qué ni para quién vivir, no tenía un propósito, no tenía nada… Después de todo “La vida es una ilusión que dura muy poco”.
Es irónico pensar, como dos Sofías*² pueden perder a las personas que aman, casi de la misma forma y cómo pueden pensar lo mismo. Lo necesitaba tanto pero después de todo, de todo lo que hiciera, lo que hizo, ahora... “Ella no tenía que decirlo; no tenía que ofrecer. Él lo sabía.” Estaba vacía, gracias a él. Se levantó, tomó su navaja nuevamente y con odio y lágrimas en los ojos- era ahora o nunca- se cortó las venas. Si antes no lo había hecho como debió, profundo, de la forma correcta, esta vez lo hizo. No quería arrepentirse ni tener remordimientos si no le funcionaba. Todas lo que pasaba por su mente, tantas cosas por recordar, por olvidar… “Últimamente parecía como si tú fueras el único que sabía que yo existía. Pronto ya no tendré a nadie.” No iba a arrepentirse ahora, su sangre brotaba a montones, se deslizaba a través de sus brazos, sus manos, caía a la cama, manchaba todo excepto la carta. “A veces, cuando las cosas cambian, hay que forzarlas” ¿Qué mas podría hacer? ¿Por qué las pastillas no hacían efecto? No le iba a dar el gusto de estar viva, no, él de todos modos ni cuenta se iba a dar… “Sigue disfrutando, sufre por favor… No, olvídame. Sí, como siempre. Sé feliz.”Sonrió pensando en Sebastián. Y no aguantó más y se desmayó o cayó dormida…



“¡Sofía! ¡Sofía, despierta!" Él no estaba seguro al principio pero después de las advertencias de todos y conociéndola, decidió llamarla, y aunque ella le dijo que estaba bien, se decidió por ir a verla; le preocupaba, después de todo. Así que corrió velozmente, como nunca había corrido en su vida, ella después de todo era alguien importante, la quería y tenía que estar con ella; pero como explicárselo, cómo decirle la verdad. Al llegar, llamó a la puerta muchas veces seguidas, pero nadie atendió. Él sabía que ella estaba adentro, se había encontrado con Simón de regreso, o mejor dicho lo había visto pero no le preguntó nada; no quería tener problemas. Se preocupó más aún...y la puerta con llave; algo pintaba mal. Sofía era de las chicas que todo le da igual, no era de dejar puertas con llave, ni poner cerrojos; y lo peor de todo es que la última conversación que tuvieron fue extraña. Nunca pensó hacerlo pero terminó rompiendo la ventana con lo primero que encontró a su paso. Se introdujo a la casa de Sofía… No tenía mucho tiempo y eso lo sabía, demasiado desorden ¿Un asalto?, qué habría pasado. ¿Dónde estaba Sofía? ¿Manchas de sangre?, se imaginó lo peor. ¡Su habitación! Corrió hasta ella, sudando por el gran esfuerzo. La encontró acercándose a ella asustado, la tomó entre sus brazos, la observó con cariño, no quería pensar que había llegado tarde pero no podía darse por vencido. “¡Sofía! ¡Sofía, despierta!” Tenía que despertarla, ella entreabrió los ojos, sonrió… inmovilizada. Él gritó y gritó desesperado, no la podía perder… “¡Por favor, quédate conmigo!" Sus manos con sangre, estaba destruido, desesperado, desorientado… Su instinto no le había fallado, pero por qué no creyó más ferozmente en ellos: Había llegado tarde, quizá. Estaba fría, pero respiraba. Lento, muy lento, frío muy frío lo único que de los labios de Sofía salió fue, su alma partida en mil pedazos, una lágrima, un quejido, un… suspiro.

[*: Personaje de Los árboles mueren de pie, de Alejandro Casona.
*²: Referido a Sofía de El beso de Plata.]

Sofía se escribe con S XVI

Suicidio
Suicidio, suicidarse, pensar en. ¿Quién alguna vez no lo ha hecho? ¿Quién no ha deseado tener el valor de hacerlo? ¿Quién no desearía poder haberlo hecho en ese preciso momento, cuando en realidad pudiste hacerlo? No lo nieguen, aunque sea por una milésima de segundo la idea a cruzado por cualquier mente. ¿A quién no? Es algo tan natural, el ser humano por el simple hecho de serlo tendrá la manía, por decirlo así, de creerse Dios y querer acabar con su vida o con la de los demás. Pero eso no es del todo importante, esas preguntas no son “las preguntas”, o por lo menos para Sofía no lo eran, pues por qué tendría que importarle el resto o lo que los demás pensarán si ellos no se preocupaban por ella. La pregunta clave para Sofía era, ¿Por qué no hacerlo? ¿Por qué no suicidarse y acabar con todo? ¿Por qué no morir y ser feliz, en vez de seguir subsistiendo, viviendo y ser tan infeliz…?

Era tarde, dos horas habían transcurrido desde la última vez que supo del tiempo. 9 p.m.; todo seguía exactamente igual, silencio, nadie en casa excepto Sofía y Simón, pasando el rato o intentando hacerlo, no sé de palabra que describa lo que sucedía en esos momentos, ¿aburrimiento? Simón cambiaba y cambiaba los canales de la televisión, buscando algo que ver que sea agradable o entretenido. Sofía era un completo zombi…
“¿Quieres comer algo, Sofía? -No sé. -¿No sabes si tienes hambre o no? -Me da lo mismo. -¿Puedo comer algo yo? -Como quieras… -¿Está todo donde siempre? -Sí."
Simón se preguntaba una y otra vez el por qué estaba allí, que estaba haciendo, el por qué molestarse en tratar de hablar con una persona que no quería hacerlo y el por qué no se iba de una vez… A veces, Sofía puede llegar a ser una verdadera molestia, aunque quizá no sea del todo su culpa, “son factores externos”; decía Simón. Aunque para él Sebastián era alguien más, le daba lo mismo si existiera o no. Pero cómo le gustaría ser Sebastián o parecerse tan solo un poco más, pues a quién no le gustaría que alguien viviese así por ti como lo hacía Sofía por Sebastián. Si él fuera Sebastián… qué no haría por ella, pensaba. No la trataría así, no la haría sufrir, no se alejaría de ella. Pero él no es Sebastián y trataba de hacer lo más que podía como Simón. Y aunque él no lo creyera, podía hacer maravillas con tan solo ser Simón.


Sofía, la zombi. Sofía separada en dos: cuerpo y mente. Lo había logrado, después de mucho, estaba muerta en vida. “Oh! Felicidad Absoluta, te encontré”. Podría estar así por siempre. Su cuerpo envejeciendo lentamente, muriendo poco a poco, vacío, sin alma, esperando el final mientras su mente vagaba por su verdadera realidad, lo que ella siempre había soñado, su perfecto sueño, su mundo, su universo, un lugar donde podría ser realmente feliz, donde tenía todo lo que deseaba…
Y Sofía danzaba y cantaba feliz…. “Y va a venir…y va a venir….pronto va a venir…”
Y Sofía habla sola, ella pregunta y ella responde. Piensa. “¿Quién va a venir? ¿A quién espero?....mientras la muchacha que era Sofía seguía danzando y cantando… “Va a venir Sebastián…”, con su patética voz de niña pequeña y alegre que espera por alguien que quizá nunca llegue.
“-¿Por qué voy a esperar a alguien que se supone que está dentro de mi sueño?, por qué… Sebastián está aquí, ¿verdad? -¿Dónde está Sebastián?- ¿Dónde está? -¿Dónde está Simón? -A mi lado. -¿A tu lado, dónde? -A mi lado. -Al lado de tu cuerpo. -¿Simón, verdad que estás conmigo? ¿Simón?
Y la niña Sofía seguía danzando y cantando, sonriendo cómo si todo estuviera bien; mientras la verdad Sofía estaba flotando en un mundo, que después de todo no era su mundo, dándose cuenta de lo que sola que estaba. Sofía podría imaginarse a miles de personas a su lado, pero ninguna de ellas le prestaría atención, pues el deseo de Sofía era que todos sean felices y ella no estaba en el “plan de felicidad absoluta” de los demás. Estaba completamente sola, viviendo en un mundo donde ni Simón, ni Sebastián existían. Entonces para qué vivir…

Retomando…
Y Simón a su lado, viendo televisión. Sofía despertó e ideó un plan. Ya lo había pensando antes, cuando Sebastián la abandonó. Aquel plan no era del todo original, lo había soñado y parte de aquel serviría en este; aunque no hay comparación en lo que era aquel plan con este plan maestro; tendría que ser la mejor actriz del mundo, algo que ya era obviamente, pero esta vez tenía que serlo más. Toda su vida era una mentira y quería dejar de mentir; pero para cumplir con su cometido y ser feliz tendría que hacerlo un par de veces más.

“Sofía que estás…” Simón no tuvo tiempo de reaccionar, ni de pensar, respirar o cualquier otra cosa; cuando por fin reaccionó sus labios estaban sobre los de Sofía o mejor dicho los labios de Sofía estaba sobre los suyos. Sofía estaba sobre él. Ella estaba besándolo, algo que ni siquiera podía merecer, algo anteriormente inimaginable para él.
Sofía se apartó y lo miró por un momento pensando, luego le sonrió esperando a que el dijera o comentara alguna cosa.
“¿Y por qué eso?”, dijo al fin Simón. “¿Por qué no? Tenía ganas de hacerlo, y sé que tu también, quizá más que yo; pero eso es algo que solo puedes decir tú” Ella tenía razón y él lo sabía. “Y ahora, ¿qué?”, pensó Simón. Pero Sofía ya sabía qué hacer y qué decir. Ella miró el reloj de la pared de la sala, esperando que el tiempo la ayude con su plan. Y cómo nunca el tiempo estaba de su parte.
Sofía hizo una mueca de preocupación demasiado exagerada como para que la viera Simón.
“-¿Qué pasa Sofía? -Nada, solo que es tarde y en cualquier momento pueden llegar mis padres. -Entonces, me voy, no quiero incomodar. -Pero mañana regresarás, ¿verdad?” Sofía sabía cómo pedirle las cosas a Simón. Sofía y sus pucheros. “-Sí, mañana regreso no te preocupes”. Simón sonreía contentísimo por el mañana que Sofía anunciaba, qué sería mejor que lo que acababa de pasar, se preguntaba. “Entonces, nos vemos Simón”, sonría falsamente Sofía mientras lo acompañaba a la puerta. Le dio un dulce beso en los labios y se despidieron soñando con el mañana. Sofía cerró la puerta, suspiró. Por fin acaba la sucia treta, cerró los ojos respaldándose en la puerta… todo salía tan bien, perfecto.
Se centró en su plan, recordándolo paso a paso… no tenía que ceñirse al plan original de su sueño, pues algunas cosas no eran del todo similar a aquel, no vivía en un departamento, es decir, de esa forma imposible. Luego pensó en pastillas, pero no sabía tomarlas. Ahorcarse era demasiado macabro. Sólo sabía una forma de llegar a su cometido. Sangre, perderla de la única forma que sabía. Simón se había creído el cuento, Sebastián no iba a por ella y no iba a llegar jamás; de todos modos nunca estuvo cuando lo necesitaba, por qué iba a estarlo ahora… y regresaba a su pensamiento Simón. “El no tiene por qué sufrir todo lo que yo… Es irónico pensar que para él yo soy la persona más importante y que casi lo estoy tratando como Sebastián lo hace conmigo, con la diferencia que a Simón yo le atraigo de una forma que no me atrae Sebastián y que yo no soy tan cruel como él, pues por lo menos trato de demostrarle a Simón que aunque no la persona más importante para mí, me importa demasiado como para hacer cualquier cosa con tal de que esté bien y feliz.”. Sofía le daba vueltas una y otra vez… “¿Por qué no hacerlo?" ¿Por qué no morir de una vez por todas? Nadie la iba a extrañar. Nadie podía detenerla, Sofía sonrió, estaba terminando de planear su suicidio.

Sofía se escribe con S XV

Sombras
¿Sombras? ¿Cuáles? Si ahora todo era luz, si Simón estaba con ella, si ahora estaría bien; “…por fin, la felicidad absoluta… la encontré”. Ahora estaba todo bien, Sofía, Simón, luz… nueva vida, no malos recuerdos, no estaría sola jamás, no penas, no lágrimas, no sangre, no dolor, no Sebastián…
“¿¿Sebastián??

Y la luz se acabó, y salió del túnel, y despertó… Porque la verdad siempre sale a luz, ¿verdad? O eso dicen.

Ella podía quedarse con Simón y tratar de buscar aquella felicidad, ¿pero sería aquella la correcta? ¿La verdadera? O se volvería a equivocar condenándose a una vida de eterna y dolorosa felicidad. Ella pudo intentarlo, quería…pero no podía. Tenía una promesa que cumplir.

Tener al lado la supuesta felicidad y dejarla ir. ¿Por qué escoger el camino más difícil?
¿Por qué? Un cálido abrazo la sostenía, era reconfortante. Lo estaba abrazando también, aunque ya no con la misma intención…. O el mismo sentimiento. Se sentía mareada, todo le daba vueltas…
Sofía, ¿qué tienes? Simón se había dado cuenta, no era del todo tonto, quizá lo parecía… “Nada creo, solo me siento un poco mareada”. Estaba helada o las manos de Simón eran muy calientes. La sentó y el hizo lo mismo a su lado. “Algo tienes, dime”. Deducía Simón. Sofía recogió sus manos, miraba el piso, perdida en la oscuridad de su propio mundo, de su mente. Quería olvidar todo. El notó aquello y tomó sus manos fuertemente, calentándolas. “Sofía, yo te quiero demasiado… Quiero que estés bien, que seas realmente feliz, que sonrías de verdad, que no te hagan daño.” Simón apretó las manos de Sofía, había adivinado. Ella no pudo hablar, sentía como una burbuja en la garganta, quería llorar pero no… “llorar es para débiles”. Siempre lo había dicho desde que encontró aquella frase, se lo repetía una y otra vez cada vez que quería llorar y no se lo iba a permitir. “Sofía eres lo más importante que me ha pasado, te quiero, te quiero…. Y por eso sé que no soy lo mejor para ti…o que no soy lo que quieres….”
Dónde habría escuchado ya eso. Le era tan familiar, quería recordarlo y a la vez no… ¿importaba?
Un nombre, una persona apareció en su pensamiento. “¿Mi salvación?”….
Sofía oyó un suspiro que la adentraba en la realidad…. “Creo que es mejor que estés con Sebastián, ya está de regreso, ya no me necesitas…”
Se-bas-tián. Ese nombre. Ese “maldito” nombre. No podía vivir sin oírlo, acaso.
Trataba de no nombrarlo, pero siempre había alguien que terminaba haciéndolo. “¡Pueden dejar de hacerlo!”, recordaba Sofía. “Pero pareciera que tu pidieras a gritos que lo nombrasen. -Dejen de decir tonterías”, había respondido Sofía. Ella nunca pediría algo así, su subconsciente menos, o ella creía eso.
¿Qué responder? ¿Qué decir…le?
Que más podría hacer… Ya no había forma de salvarse, todo estaba perdido. Ahora Simón también la dejaba. Estaba sola nuevamente.
"Adiós mundo Adiós recuerdos. Adiós Simón. Adiós amigo. Sólo adiós…
Bienvenidos todos al eterno caos. Bienvenidos a mi mundo de sombras…"

Sofía se escribe con S XIV

Simón
Simón, su amigo, su nuevo confidente. La nueva persona que iba a estar allí con ella…siempre. Y esta vez el siempre no tendría fin, como debió ser desde un comienzo. O eso pensó Sofía.
Quizá un reemplazo primero, pero quizá después no. No es una contradicción, sólo que así ocurrió.

Sofía se adentró en su mundo, traspasó la barrera entre su realidad y su ficción. Ahí estaba, en su habitación sin importarle el desorden, la oscuridad y el silencio. “Nunca más…”

Hora, 7 p.m. Qué ironía, el tiempo pasa más rápido cuando no se está pendiente de él. Son sólo, cosas que pasan…y que no volverán a pasar. Sofía recogió el teléfono, lo conectó y marcó el número… “Simón, perdóname, ¿sí? Llámame o no sé, ven. Si puedes…si quieres.” Se preguntaba si estaba haciendo lo correcto, ¿qué estaría haciendo Simón? Tenía apagado el celular y nunca lo tenía así, o al menos para ella… Se habían conocido hace poco, pero él se había hecho querer, la hacía sonreír, olvidar sus problemas, la escuchaba, quizá no la aconsejaba, no la ayudaba mucho o bien, como lo hacía Sebastián, pero él estaba allí, con ella… y lo demás...no importaba.

Sofía, la niña perfecta, un ángel, la que no cometía errores…ella. Tantas cosas que fue, que quería volver a ser. Pero, ya la habían hecho sufrir demasiado y se prometió no volver a querer como aquella vez como alguna vez lo hizo, quizá ese querer fue un error. Todo iba bien, y conoció a Sebastián... Y todo estaba bien, y fueron amigos, mejores amigos, y existió lo que algunos llaman “confianza”. Y se quisieron, y se apoyaron entre ellos. Y hubo problemas… Sebastián cambió, se alejó y apareció Simón….
Y Sofía solo se dejó llevar…

Más tiempo en silencio, en la puerta o dentro, pensando. Espera, tocan. “Pasa”, gritó. Velocidad. Sofía se levanta, busca sus muñequeras, se las pone, se arregla lo mejor posible y sale. Muy rápido...

“Vine en cuento escuché tu mensaje, ¿qué pasa?”. Sofía no podía verle a los ojos a Simón, desde que se dio cuenta de lo que hacía, se sentía culpable. Se preguntaba si Sebastián sentía lo mismo… “No pasa nada, simplemente quería verte y estar contigo un rato… Te prometo que esta será la última vez.” Se atrevió a buscarle la mirada. “Siempre dices lo mismo…” ¿Qué hacer? rondaba por la mente de Sofía.

“Simón quiero pedirte perdón, por todo. Por hacerte sentir así, como un juguete, por tratarte así. Sé que soy una mala persona, pero es algo que no puedo evitar. Siempre termino haciéndole daño a los demás. Por favor… perdóname.” ¿Qué mas decir? Era todo, se mordía el labio inferior evitando llorar.

Simón se acercó a Sofía lentamente y la abrazó. ¿Qué pensar? ¿Qué pasa?
“Sabes lo que siento por Sebastián, pero también sabes lo que siento por ti… Yo te quiero Simón…”

Song: On my own

Me encanta esta canción, este clásico, el libro, la película..todo. Espero que lo disfruten.

On my own - Les miserables
And now I'm all alone again
Nowhere to turn, no one to go to.
Without a home, without a friend
without a face to say hello to
But now the night is near
And I can make-believe he's here


Sometimes I walk alone at night
When everybody else is sleeping
I think of him and then I'm happy
With the company I'm keeping
The city goes to bed
And I can live inside my head


On my own
Pretending he's beside me
All alone
I walk with him 'til morning
Without him, I feel his arms around me
And when I lose my way, I close my eyes and he has found me


In the rain
The pavement shines like silver
All the lights are misty in the river
In the darkness, the trees are full of starlight
And all I see is him and me forever and forever


And I know it's only in my mind
That I'm talking to myself and not to him
And although I know that he is blind
Still I say there's a way for us


I love him
But when the night is over
He is gone
The river's just a river
Without him, the world around me changes
The trees are bare and everywhere the streets are full of strangers


I love him
But every day I'm lonely
All my life I've only been pretending
Without me, his world will go on turning
The world is full of happiness that I have never known


I love him
I love him
I love him...
But only on my own...


Sofía se escribe con S XIII

Similar
"¿Similar?, mejor di casi idéntico… ¿No pudiste encontrar alguien más parecido? y no lo niegues que lo es, no te creo capaz...aunque ya no sé si lo seas o no". Recuerdos, memorias. Sofía tenía una muy buena memoria, decían que no vivía los momentos hasta después de vivirlos y eso en parte le molestaba a Sebastián, pues él era al revés... ¿Qué memorias? ¿Qué recuerdos?

Apagó el televisor, había tomado una decisión definitiva. "Pero primero...". Se levantó del sofá dirigiéndose de nuevo a su habitación. Se quedó parada en la puerta, atónita, miraba lo que había sido su perfección hecha trizas: fotos tiradas en el suelo, su cómoda semi-vacía, uno que otro póster en el suelo… ¿Qué había hecho? Está había sido la peor de todas sus crisis habían cartas arrugadas, lapiceros por doquier, su cubrecama estaba manchada y una que otra gota de sangre en el suelo, un muy pequeño charco apenas notable... "No importa" Después de todo, ya nada importaba…aunque quería sólo solucionar un problema y vitarse líos mayores. Estaba sola, Sebas ya no iba a volver a ser su amigo, o eso creía, él estaba dolido, ella lo había lastimado. Le había hecho daño a la persona que más quería en el mundo, de qué no sería capaz. "Lo siento, por favor...perdóname" Gritaba en silencio y sola se contestaba. "No me va a perdonar, ¿cómo me va a perdonar? He hecho algo malo, soy una niña mala, tengo que desaparecer, morir, ¿para qué vivir? Si la persona por la quien vivo ya no me quiere… estoy sola. No puedo soportarlo, no soy digna de lo que se llama vivir… Soy una mala persona, tan poca cosa. Además a él ya no le va a importar...Ya no me quiere, o no como antes". Sofía y su depresión. El estado bien-normal nunca existió y sólo era una de sus facetas diarias para satisfacerlo pero como ya no estaba, daba lo mismo estar bien o mal; y que mejor que estar mal y refregárselo diariamente con mensajes de tipo suicida.
Nunca creyó en la felicidad en vida, quizá solo en el estado muerte. "La felicidad infinita: la muerte. Sólo somos seres-para-la-muerte." Por otro lado, el estado normal-mal o mal-depresión, depresión - lágrimas siempre existió; hasta el punto de decir que ese era su estado de ánimo los 370 días del año o las 25 horas al día, excepto cuando estaba Sebas con ella, y éste no estuviese deprimido. Él la alegraba, le daba una razón para vivir… y sonreír.

"Ya es muy tarde, ya no me va a querer como antes, ni siquiera sé si me ha perdonado de verdad. Jamás lo hará. Después de todo, ya tiene nuevas amigas y mucho mejores que yo...ya no sirvo.". Reflexiones, sólo tenía una opción, quizá dos, pero ya no quería lastimar a alguien otra vez... como hace meses...

"Simón me siento mal, ¿salgamos si? ¿Qué te hizo? Nada." Desde que había averiguado lo de Selene, ya todo le daba igual. Olvidar. Hizo todo lo posible, cualquier cosa con tal de no sentir aquel dolor insoportable, una presión en el pecho, cualquiera se ahogaría entre tantas lágrimas, un vacío en el corazón, sentir como tu alma se rompe en mil pedacitos. "Sí, Simón me gustaría ir contigo al cine. Vale, voy por ti en una hora." Si él la había reemplazado, ¿por qué ella no podía hacer lo mismo? ¿Venganza? ¿Justicia? No importaba, la apatía la inundó completamente.

Ahora, se reía de sus pensamientos tan tontos: "¿Cómo se me pudo haber ocurrido incluir a Simón en todo esto?, él es bueno y yo le he hecho tantas maldades..." Y ahora qué hacer, pedir perdón o no, Simón ya se había dado cuenta, o quizá no, nunca lo supo, nunca se había atrevido a preguntárselo de frente; tenía tanto miedo.
La verdad nunca lo había conocido de verdad, no sabía mucho de él. Ella tan sólo quería alguien que la escuchase y él había aparecido. “-Sofía yo te quiero de verdad... Nunca te lo he negado -Lo sé Simón, sabes que yo también…” En algún momento, ella lo quiso de verdad, pero al irse Simón recordaba absolutamente todo; por eso prefería estar siempre con él. “Simón acompáñame, ¿sí?”. Quizá si Sebastián no hubiese vuelto, lo habría olvidado…
Quizá, pero era casi imposible que Sofía olvidase tantos momentos... Al contrario de lo que ella era para Sebastián, él era irreemplazable. Por más que quiso ver a Simón como su nuevo mejor amigo, nunca lo hizo… Aunque siempre la alegrara, aunque siempre se divirtiesen, aunque Simón la escuchase, aunque Simón sea parecido a Sebastián… “-Es lo que detesto, lo que más me duele Sofía, que sea como yo. Similar”

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