Simple.
Simple, siempre ha sido así, desde siempre. "¡Tan… tan simple! ¿Está mal pedir mucho? Porque… si es tan simple, ¿por qué nadie puede entender?” Sofía decidió el ya no querer vivir más, no tenía razón alguna para sobrevivir una vez más… ¿para qué? Estaba sola. La habían dejado sola, una vez más… “Todos… tú… ¿Por qué siempre estoy sola?... ¿Por qué no me muero de una vez? ¿Por qué nunca tengo lo que quiero?”. Sofía piensa, quiere morir. Era una tarde de otoño, 6:07 p.m., Sofía una niña de 15 años… ¿cómo describirla?... “La niña perfecta”. La mejor novia, la mejor alumna, la mejor amiga… “Debe ser tan feliz, ¡mírala! Se le nota en el rostro, siempre sonriendo, siempre la mejor en todo”.
La pluma cayó del borde de la cama al suelo, a su lado derecho estaban las cartas manchadas ligeramente por la punta y extendiéndose poco a poco de sangre. “¡Rayos!... si se mancha toda la carta, si se llegan a manchar las dos… Nadie las entenderá… ¿las leerán?...OK… ¿cuánto tiempo puede estar viva una persona que se está desangrando?... ¿qué?...solo han pasado 6 minutos…”
Sofía, boca arriba sobre el borde de su cama, mirando el reloj, mirándose en el espejo de la pared. Pensaba, moría. No quería pensar quería morir, pero tampoco podía evitarlo… ¿qué podía hacer? Solo cerrar los ojos y dejarse morir. Dormir, dormir profundamente, caer en un sueño del que jamás podría volver a despertar.
Y las palabras resonaban en su mente. “¡Es tan simple!”
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